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Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:

―¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!

Algunos de los maestros de la ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre blasfema!»

Como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo:

―¿Por qué dais lugar a tan malos pensamientos?

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